DIOS NO ES LA NATURALEZA, SINO EL DIOS DE LA NATURALEZA
Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas
las cosas y por tu voluntad existen y fueron creadas. Apoc. 4: 11.
El corazón es el lugar donde la verdad comienza su obra. La verdad será un poder en la
vida y en el carácter. Si es recibida y apreciada en el corazón, actuará como la levadura de un
principio dador de vida, cambiando todo el ser.
La verdad tiene poder para transformar las enseñanzas de Cristo en espíritu y vida. Si se
la estima y respeta, desviará al hombre de sus malos caminos. La verdad y el error no pueden
habitar en el mismo corazón. "El que no es conmigo, contra mí es-declara Cristo- y el que
conmigo no recoge, desparrama" (Mat. 12: 30).
La sabiduría, el intelecto, el poder no son Dios. Pero Dios es el Autor de toda sabiduría,
toda gracia y todo poder. El dio a Lucifer toda su sabiduría y poder, y sin embargo ese intelecto
no era Dios mismo. Hemos de conocer a Dios por su revelación en sus obras maravillosas.
¿Quién puede encontrar a Dios por medio de la investigación? Esto no es parte de nuestra obra.
El carácter de Dios está expresado en los Diez Mandamientos. La ciencia de toda bondad, verdad
y justicia, es conocer a Dios como El es. Debemos obedecer toda expresión de su carácter como
lo revela su Ley.
Dios requiere obediencia, no con el propósito de mostrar su autoridad, sino para que
podamos ser uno con El en carácter. Encontraremos en Dios los atributos necesarios para formar
caracteres a su semejanza. Debemos formar caracteres que estén en armonía con la Deidad. Así
cada aptitud de nuestra naturaleza se espiritualizará.
No podemos representar correctamente, en palabras, la gloria y majestad de Dios. Está
más allá de toda expresión. Pero podemos disfrutar de la contemplación de Dios y del sentido de
su presencia. Podemos saber acerca de El todo lo que los seres humanos pueden sobrellevar.
Podemos hablar con El en oración.
A veces, cuando nuestra fe se eleva a El completamente, conversamos con El, y por fe
soportamos la vista del Invisible. La fe nos lo revela y podemos contemplar todo lo que nuestra
humanidad permite. Cuando, en tiempos de problemas y perplejidades, confiamos en El
completamente, tenemos la viva sensación de su presencia y poder regocijantes y envolventes.
Comprendemos que el Señor es, ciertamente, nuestra fortaleza y nuestra doté por siempre.
Podemos, ser uno con Cristo en Dios. Pero nunca intentemos definir a Dios como una esencia.
Nunca, nunca aventuremos un paso en el camino de poner a Dios en el lugar de las cosas de su
creación (Manuscrito 126, del 29 de noviembre de 1905, "Advertencia contra peligros del
presente"). 346
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