COMO TESTIFICAR DE SU FE - ¿Con qué limpiará el joven su camino?
domingo, 12 de diciembre de 2010

COMO TESTIFICAR DE SU FE 

 
Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este
siglo sobria, justa y piadosamente. Tito 2: 12.

No se vuelvan descuidados con sus palabras por estar entre incrédulos, porque ellos los
observan. Si están sentados a la mesa, coman moderadamente, y sólo alimentos que no
confundan la mente. Manténganse alejados de toda intemperancia. Sean lecciones objetivas que
ilustren los principios correctos. Si les ofrecen té, mencionen con palabras sencillas el efecto
perjudicial que tiene sobre el organismo. Digan además, que no usan bebidas embriagantes de
ninguna clase porque desean conservar su mente en tal condición que Dios pueda impresionarla
con las sagradas verdades de su Palabra, y que ustedes no pueden permitirse debilitar ninguno de
sus poderes físicos y mentales, o serán incapaces de discernir las cosas Espirituales. Así podrán
sembrar las semillas de la verdad, y dirigirse hada el tema de mantener el alma, cuerpo y espíritu
en una condición tal, que puedan entender las realidades eternas.
Estudien la instrucción dada a Nadab y Abiú, los hijos de Aarón. Ellos "ofrecieron
delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó". Tomando fuego común, lo pusieron
en sus incensarios, "y salió fuego de delante de Jehová y los quemó. . . Entonces dijo Moisés a
Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en
presencia de todo el pueblo seré glorificado" (Lev. 10: 1-3).
El Señor desea que sean ganadores de almas. No traten de revelar su inteligencia como
teólogos, ni aun de la verdad bíblica, porque al hacer esto hablarán palabras que para muchos
serán tan poco comprensibles como el griego. . . Conéctense firmemente con Cristo, y presenten
la verdad tal como es en El. Trabajen como Pablo trabajó. Dondequiera que estaba, ya fuera ante
ceñudos fariseos o autoridades romanas, pobres o ricos, sabios o ignorantes, el lisiado en Listra o
los pecadores convictos en una mazmorra macedónica, alzaba a Cristo como Aquel que odia el
pecado y ama al pecador, Aquel que llevó nuestros pecados a fin de tener total poder y autoridad
para impartirnos su justicia.
Los corazones no pueden dejar de ser tocados por la historia de la expiación. Los que
comprenden la necesidad de mantener el corazón bajo el control del Espíritu Santo podrán
sembrar la semilla que brotará para vida eterna (Manuscrito 23, del 24 de noviembre de 1890,
"Diario"). 341

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