No hay lugar para la jactancia - ¿Con qué limpiará el joven su camino?
martes, 12 de junio de 2012



Los que experimenten la santificación de que habla la Biblia, manifestarán un espíritu de humildad. Como Moisés,
contemplaron la terrible majestad de la santidad y se dan cuenta de su propia indignidad en contraste con la pureza y
alta perfección del Dios infinito.
El profeta Daniel fue ejemplo de verdadera santificación. llenó su larga vida del noble servicio que rindió a su
Maestro. Era un hombre "muy amado" (Daniel 10: 11, VM) en el cielo. Sin embargo, en lugar de prevalerse de su
pureza y santidad, este profeta tan honrado de Dios se identificó con Dios en favor de su pueblo: "¡No derramamos
nuestros ruegos ante tu rostro a causa de nuestras justicias, sino a causa de tus grandes compasiones!" "Hemos
pecado, hemos obrado impíamente". El declara: "Yo estaba... hablando, y orando, y confesando mi pecado, y el
pecado de mi pueblo"... (Daniel 9: 18, 15, 20).
Cuando Job oyó la voz del Señor de entre el torbellino, exclamó: "Me aborrezco, y me arrepiento en el polvo y la
ceniza" (Job 42: 6). Cuando Isaías contempló la gloria del Señor, y oyó a los querubines que clamaban: "¡Santo,
santo, santo es Jehová de los ejércitos!" dijo abrumado: "¡Ay de mí, pues soy perdido!" (Isaías 6: 3, 5, VM).
Después de haber sido arrebatado hasta el tercer cielo y haber oído cosas que no le es dado al hombre expresar, San
Pablo habló de sí mismo como del "más pequeño de todos los santos" (2 Corintios 12: 2-4; Efesios 3: 8). Y el amado
Juan, el que había descansado en el pecho de Jesús y contemplado su gloria, fue el que cayó como muerto a los pies
del ángel. (Apocalipsis 1: 17.)

1 comentarios:

ALQUIMISTA dijo...

Antes de dormir quise compartir esto con ustedes, espero lo disfruten porque habla de la humildad. Dios los bendiga