Los que experimenten la santificación de que habla la Biblia, manifestarán un espíritu de humildad. Como Moisés,
contemplaron la terrible majestad de la santidad y se dan cuenta de su propia indignidad en contraste con la pureza y
alta perfección del Dios infinito.
El profeta Daniel fue ejemplo de verdadera santificación. llenó su larga vida del noble servicio que rindió a su
Maestro. Era un hombre "muy amado" (Daniel 10: 11, VM) en el cielo. Sin embargo, en lugar de prevalerse de su
pureza y santidad, este profeta tan honrado de Dios se identificó con Dios en favor de su pueblo: "¡No derramamos
nuestros ruegos ante tu rostro a causa de nuestras justicias, sino a causa de tus grandes compasiones!" "Hemos
pecado, hemos obrado impíamente". El declara: "Yo estaba... hablando, y orando, y confesando mi pecado, y el
pecado de mi pueblo"... (Daniel 9: 18, 15, 20).
Cuando Job oyó la voz del Señor de entre el torbellino, exclamó: "Me aborrezco, y me arrepiento en el polvo y la
ceniza" (Job 42: 6). Cuando Isaías contempló la gloria del Señor, y oyó a los querubines que clamaban: "¡Santo,
santo, santo es Jehová de los ejércitos!" dijo abrumado: "¡Ay de mí, pues soy perdido!" (Isaías 6: 3, 5, VM).
Después de haber sido arrebatado hasta el tercer cielo y haber oído cosas que no le es dado al hombre expresar, San
Pablo habló de sí mismo como del "más pequeño de todos los santos" (2 Corintios 12: 2-4; Efesios 3: 8). Y el amado
Juan, el que había descansado en el pecho de Jesús y contemplado su gloria, fue el que cayó como muerto a los pies
del ángel. (Apocalipsis 1: 17.)
1 comentarios:
Antes de dormir quise compartir esto con ustedes, espero lo disfruten porque habla de la humildad. Dios los bendiga
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