Escoger la vida o la muerte
ESCOGER LA VIDA O LA MUERTE
Cada hombre tiene la oportunidad, en alto grado, de hacer de sí mismo lo que elija ser. Las
bendiciones de esta vida, y también las del estado inmortal, están a su alcance. Puede él
formar un carácter de gran excelencia, y adquirir nueva fuerza a cada paso. Puede avanzar
diariamente en conocimiento y sabiduría, consciente de que el progreso le proporcionará
nuevas delicias, y añadir una virtud a otra, 16 una gracia a otra. Sus facultades mejorarán
con el uso; cuanto más sabiduría obtenga, mayor será su capacidad para adquirir más aún,
su inteligencia, conocimiento y virtud se desarrollarán así para adquirir mayor fuerza y más
perfecta simetría.
Por otra parte, puede permitir que sus facultades se herrumbren por falta de uso, o que sean
pervertidas por malos hábitos, y por falta de dominio propio o de vigor moral y religioso.
Entonces marcha hacía abajo; es desobediente a la ley de Dios y a las leyes de la salud. El
apetito lo domina. La inclinación lo desvía. Le resulta más fácil permitir que los poderes del
mal, que están siempre activos, lo arrastren hacia atrás que luchar contra ellos y avanzar.
Sigue luego la disipación, la enfermedad y la muerte. Esta es la historia de muchas vidas
que podrían haber sido útiles en la causa de Dios y la humanidad.
Buscad la perfección
2*. Dios quiere que alcancemos el ideal de perfección hecho posible para nosotros por el
don de Cristo. Nos invita a escoger el lado de la justicia, a ponernos en relación con los
agentes celestiales, a adoptar principios que restaurarán en nosotros la imagen divina. En su
Palabra escrita y en el gran libro de la naturaleza ha revelado los principios de la vida. Es
tarea nuestra conocer estos principios y por medio de la obediencia cooperar con Dios en
restaurar la salud del cuerpo tanto como la del alma.
3*. El organismo vivo es propiedad de Dios; le pertenece por el derecho que le confieren la
creación y la redención. Por lo tanto, por el empleo equivocado de cualquiera de nuestras
facultades, despojarnos a Dios del honor que le debemos. 17
Un asunto de obediencia
4*. La obligación que tenemos para con Dios de presentarle cuerpos limpios, puros y sanos,
no se comprende.
5*. El dejar de cuidar la maquinaria viviente es un insulto infligido al Creador. Existen
reglas divinamente establecidas que, si se observan, guardarán a los seres humanos de la
enfermedad y la muerte prematura.
6*. Una razón por la cual no disfrutamos de más bendiciones del Señor, es que no
prestamos atención a la luz que le ha placido darnos con respecto a las leyes de la vida y la
salud.
7*. Dios es tan ciertamente el autor de las leyes físicas como lo es de la ley moral. Su ley
está Escrita con su propio dedo sobre cada nervio, cada músculo y cada facultad que ha sido
confiada al hombre.
8* El Creador del hombre ha dispuesto la maquinaria viviente de nuestro cuerpo. Toda
función ha sido hecha maravillosa y sabiamente. Y Dios se ha comprometido a conservar
esta maquinaria humana marchando en forma saludable, si el agente humano quiere
obedecer las leyes de Dios y cooperar con él. Toda ley que gobierna la maquinaria humana
ha de ser considerada tan divina en su origen, en su carácter y en su importancia como la
Palabra de Dios. Toda acción descuidada y desatenta, todo abuso cometido con el
maravilloso mecanismo del Señor, al desatender las leyes específicas que rigen la
habitación humana, es 18 una violación de la ley de Dios. Podemos contemplar y admirar la
obra de Dios en el mundo natural, pero la habitación humana es la más admirable.
[El pecado de seguir una conducta que gaste innecesariamente la vitalidad u oscurezca el
cerebro -194]
9* Es tan ciertamente un pecado violar las leyes de nuestro ser como lo es quebrantar las
leyes de los Diez Mandamientos. Hacer cualquiera de ambas cosas es quebrantar los
principios de Dios. Los que transgreden la ley de Dios en su organismo físico, tendrán la
inclinación a violar la ley de Dios pronunciada desde el Sinaí.
[Véase también 63]
Nuestro Salvador advirtió a sus discípulos que inmediatamente antes de su segunda venida
existiría un estado de cosas muy similar al que precedió al diluvio. El comer y beber sería
llevado al exceso, y el mundo se entregaría al placer. Este estado de cosas es el que existe
hoy. El mundo está mayormente entregado a la complacencia del apetito; y la disposición a
seguir costumbres mundanas nos esclavizará a hábitos pervertidos: hábitos que nos harán
más y más semejantes a los moradores de Sodoma que fueron condenados. Me he admirado
de que los habitantes de la tierra no hayan sido destruidos, como la gente de Sodoma y
Gomorra. Veo que existe suficiente razón que explica el estado de degeneración y
mortalidad imperante en el mundo. La pasión ciega controla la razón, y en muchos casos
toda consideración elevada es sacrificada a la lujuria.
El conservar el cuerpo en una condición sana, a fin de que todas las partes de la maquinaria
viva actúen armoniosamente, debe ser el estudio de nuestra vida. Los hijos de Dios no
pueden glorificarlo a él con cuerpos enfermos o mentes enanas. Los que se complacen en
cualquier clase 19 de intemperancia, ora sea en el comer o beber, malgastan su energía
física y debilitan su poder moral.
10* Puesto que las leyes de la naturaleza son las leyes de Dios, sencillamente es nuestro
deber dar a estas leyes un estudio cuidadoso. Debemos estudiar sus requerimientos con
respecto a nuestros propios cuerpos, y conformarnos a ellos. La ignorancia en estas cosas es
pecado.
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