SOMOS OBJETO DEL AMOR INFINITO - ¿Con qué limpiará el joven su camino?
martes, 28 de diciembre de 2010



Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo. Efe. 2: 4, 5.

 
                                                         
El corazón que se rinda a la sabia disciplina de Dios. habrá de confiar en cada
manifestación de su providencia. . . La tentación procurará desalentamos, pero, ¿qué se logra al
ceder a la tentación? ¿Obtendrá, acaso, el alma algo mejor murmurando y quejándose de aquello
que es la única fuente de poder? ¿Está el ancla echada dentro del velo? ¿Soportaremos la
enfermedad? ¿Cuál será nuestro testimonio en los instantes finales de la vida, cuando los labios
estén temblorosos por la muerte? ¡El ancla está firme! Yo sé que mi Redentor vive. . .
Oh Jesús precioso, amoroso, longánime, benigno ¡cuánto te adora mi alma! ¡Que un alma
pobre, indigna, contaminada por el pecado pueda estar de pie delante del Dios santo, perfecta en
justicia, sólo lo debemos a quien es nuestro Sustituto y Garantía! Maravíllense los cielos y
asómbrese la tierra, que la raza caída sea objeto de su infinito amor y gozo. El Creador se
regocija por ellos con cánticos celestiales, mientras el hombre que fuera contaminado por el
pecado, ha venido a ser limpio por la justicia de Cristo, para presentarse ante el Padre libre de
mácula pecaminosa; sin "mancha ni arruga ni cosa semejante" (Efe. 5: 27). "¿Quién acusará a los
escogidos de Dios? Dios es el que justifica" (Rom. 8: 33).
Que toda alma débil y sacudida por la tempestad de las pruebas pueda anclarse en
Jesucristo, y no centrarse tanto en sí misma como para pensar sólo en sus pequeños fracasos y en
la interrupción de sus planes y esperanzas. ¿Acaso el plan de salvación no lo abarca todo? Si es
el Dios infinito que me justifica, "¿quién es el que condenará? Cristo es el que murió" (Rom. 8:
34). ¡El es quien, al morir por el hombre, demostró que lo ama tanto como para morir por él! La
ley condena al pecador y nos lleva hasta Cristo. Dios es quien justifica y perdona.
Satanás nos acusará y pedirá destruirnos, pero es Dios quien abrirá una puerta al refugio.
Y es Dios el que justifica a quien traspasa el umbral de esa puerta. Entonces, si Dios es por
nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros? ¡Oh qué verdad gloriosa, brillante! ¿Por qué los
hombres no pueden discernirla? ¿Por qué no caminan en sus brillantes rayos de luz? ¿Por qué no
hablan del amor maravilloso de Cristo los creyentes?. . .
Dios vive y reina. Todos los salvados deben luchar virilmente como soldados de
Jesucristo; entonces sus nombres serán registrados en los libros del cielo como fieles y
verdaderos. Ellos realizarán las obras de Jesucristo, pelearán la buena batalla de la fe (Carta 2,
del 29 de diciembre de 1889, dirigida a Mary White, la primera esposa de W. C. White, quien
estaba muriendo de tuberculosis). 376

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