Parte II Justificación por la Fe... Salvación para el predicador y el oyente - ¿Con qué limpiará el joven su camino?
jueves, 21 de junio de 2012


Salvación para el predicador y el oyente.
1Tim.4.16. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.
Hay Doctrinas de demonios.
1.Tim.4.1. Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;

Por sus frutos los conoceréis.
Mat.7.16. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?

Algunos extremos.

Estamos salvos, salvo para siempre.
1.Cor.10.12. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. 

Mar.234. La caída de Pedro no fue instantánea, sino gradual.  La confianza propia lo indujo a creer que estaba salvado, y dio paso tras paso en el camino descendente hasta que pudo negar a su Maestro.  Nunca podemos con seguridad poner la confianza en el yo, ni tampoco, estando, como nos hallamos, fuera del cielo, hemos de sentir que nos encontramos seguros contra la tentación.  Nunca debe enseñarse a los que aceptan al Salvador, aunque sean sinceros en su conversión, a decir o sentir que están salvados.  Eso es engañoso. Debe enseñarse a todos a acariciar la esperanza y la fe, pero aun cuando nos entregamos a Cristo y sabemos que él nos acepta, no estamos fuera del alcance de la tentación. . . Sólo el que soporte la prueba, "recibirá la corona de vida" (Sant. 1: 12). . . Los que aceptan a Cristo dicen en su primera fe: "Soy salvo" están en peligro de confiar en sí mismos. . . Se nos amonesta: "el que piense estar firme, mire no caiga" (1 Cor. 10: 12). Nuestra única seguridad está en desconfiar constantemente de nosotros mismos y confiar en Cristo

Mar.48. Existe la necesidad de examinarse íntimamente y de preguntarse a la luz de la Palabra de Dios: ¿Soy íntegro o corrupto de corazón? ¿Estoy renovado en Cristo o soy todavía carnal de corazón, cubierto sólo exteriormente con un vestido nuevo?  Acercaos al tribunal de Dios y observad, como a la luz de Dios, si hay algún pecado secreto, alguna iniquidad, algún ídolo que no hayáis sacrificado.  Orad, sí, orad como nunca antes para que no seáis engañados por los ardides de Satanás; para que no os entreguéis a un espíritu descuidado, indiferente, vano...
Uno de los pecados que constituyen una de las señales de los últimos días es que los cristianos profesos son amadores de los placeres más que de Dios. Tratad sinceramente con vuestras propias almas. Investigad cuidadosamente.  Cuán pocos, después de un examen fiel, puede levantar la vista al cielo y decir:. . . "No soy amador del placer más que de Dios".  Cuán pocos pueden decir: "Estoy muerto para el mundo. . . Mi vida está escondida con Cristo en Dios,  y cuando Aquel que es mi vida aparezca, yo también apareceré con él en gloria".

1.Cor.15.1-3. Os hago saber, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes,  por el cual también sois salvados, si lo guardáis tal como os lo prediqué... Si no, ¡habríais creído en vano!  Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras;
1.Tim.6.3-6.
Si alguno enseña otra cosa, y no se atiene a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad,  está hinchado, nada sabe, y padece del enfermizo deseo de discusión y contienda de palabras, que engendran envidias, pleitos, maledicencias, malas sospechas,  porfías necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad por ganancia. Sin embargo, grande ganancia es la piedad acompañada de contentamiento.
Rom.16.17-19. Os ruego, hermanos, que os guardéis de los que causan divisiones y tropiezos contra la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque los tales no sirven al Señor nuestro Jesucristo, sino a sus propios vientres.  Y con suaves palabras y lisonjas engañan el corazón de los simples. Vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos.  Estoy pues, contento de vosotros. Pero quiero que seáis sabios para el bien, e inocentes para el mal.

H.Ap.438,439.
Delante del creyente se extiende la maravillosa posibilidad de llegar a ser semejantes a Cristo, obedientes a todos los principios de la ley. . . La santidad que según la Palabra de Dios debe manifestar antes de ser salvo, es el resultado de la obra de la gracia divina, a medida que se somete a la disciplina y a las influencias refrenadoras del Espíritu de verdad.  La obediencia del hombre sólo puede ser perfecta gracias al incienso de la justicia de Cristo, que satura de fragancia divina cada acto de obediencia.  La parte que le toca a cada cristiano consiste en perseverar en la lucha para vencer toda debilidad de carácter.  Debe orar constantemente al Salvador para que sane las dolencias de su alma enferma de pecado.  No tiene la sabiduría ni la fuerza para vencer por sí solo; pertenecen al Señor, y El las confiere a los que buscan su ayuda humildes y contritos.

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