CONSEJOS SOBRE EL RÉGIMEN
ALIMENTICIO
ELENA G. DE WHITE
"¡Bienaventurada tú, tierra, cuando
tu rey
es hijo de nobles, y tus príncipes comen
a su hora, para reponer sus fuerzas y no
1.*
Se nos concede una sola vida; y la pregunta que cada uno debe hacerse es:
"¿Cómo puedo invertir mis facultades de manera que rindan el mayor
provecho? ¿Cómo puedo hacer más para la gloria de Dios y el beneficio de mis
semejantes?" Pues la vida es valiosa sólo en la medida en que se la usa
para el logro de estos propósitos.
Nuestro
primer deber hacia Dios y nuestros semejantes es el desarrollo individual. Cada
facultad con que el Creador nos ha dotado debemos cultivarla hasta el más alto
grado de perfección, para realizar la mayor suma de bien de la cual seamos
capaces. Por tanto, está bien invertido el tiempo que se usa en la adquisición
y la preservación de la salud física y mental. No podemos permitirnos
empequeñecer o inhabilitar ninguna función del cuerpo o de la mente. Con la
misma seguridad con que lo hagamos, deberemos sufrir las consecuencias.
ESCOGER
LA VIDA O LA MUERTE
Cada
hombre tiene la oportunidad, en alto grado, de hacer de sí mismo lo que elija
ser. Las bendiciones de esta vida, y también las del estado inmortal, están a
su alcance. Puede él formar un carácter de gran excelencia, y adquirir nueva
fuerza a cada paso. Puede avanzar diariamente en conocimiento y sabiduría,
consciente de que el progreso le proporcionará nuevas delicias, y añadir una
virtud a otra, una gracia a otra. Sus facultades mejorarán con el uso;
cuanto más sabiduría obtenga, mayor será su capacidad para adquirir más aún, su
inteligencia, conocimiento y virtud se desarrollarán así para adquirir mayor
fuerza y más perfecta simetría.
Por
otra parte, puede permitir que sus facultades se herrumbren por falta de uso, o
que sean pervertidas por malos hábitos, y por falta de dominio propio o de
vigor moral y religioso. Entonces marcha hacía abajo; es desobediente a la ley
de Dios y a las leyes de la salud. El apetito lo domina. La inclinación lo
desvía. Le resulta más fácil permitir que los poderes del mal, que están
siempre activos, lo arrastren hacia atrás que luchar contra ellos y avanzar.
Sigue luego la disipación, la enfermedad y la muerte. Esta es la historia de
muchas vidas que podrían haber sido útiles en la causa de Dios y la humanidad.
Buscad
la perfección
2*.
Dios quiere que alcancemos el ideal de perfección hecho posible para nosotros
por el don de Cristo. Nos invita a escoger el lado de la justicia, a ponernos
en relación con los agentes celestiales, a adoptar principios que restaurarán
en nosotros la imagen divina. En su Palabra escrita y en el gran libro de la
naturaleza ha revelado los principios de la vida. Es tarea nuestra conocer
estos principios y por medio de la obediencia cooperar con Dios en restaurar la
salud del cuerpo tanto como la del alma.
3*.
El organismo vivo es propiedad de Dios; le pertenece por el derecho que le
confieren la creación y la redención. Por lo tanto, por el empleo equivocado de
cualquiera de nuestras facultades, despojarnos a Dios del honor que le debemos.
Un
asunto de obediencia
4*.
La obligación que tenemos para con Dios de presentarle cuerpos limpios, puros y
sanos, no se comprende.
5*.
El dejar de cuidar la maquinaria viviente es un insulto infligido al Creador.
Existen reglas divinamente establecidas que, si se observan, guardarán a los
seres humanos de la enfermedad y la muerte prematura.
6*.
Una razón por la cual no disfrutamos de más bendiciones del Señor, es que no
prestamos atención a la luz que le ha placido darnos con respecto a las leyes
de la vida y la salud.
7*.
Dios es tan ciertamente el autor de las leyes físicas como lo es de la ley
moral. Su ley está Escrita con su propio dedo sobre cada nervio, cada músculo y
cada facultad que ha sido confiada al hombre.
8*
El Creador del hombre ha dispuesto la maquinaria viviente de nuestro cuerpo.
Toda función ha sido hecha maravillosa y sabiamente. Y Dios se ha comprometido
a conservar esta maquinaria humana marchando en forma saludable, si el agente
humano quiere obedecer las leyes de Dios y cooperar con él. Toda ley que
gobierna la maquinaria humana ha de ser considerada tan divina en su origen, en
su carácter y en su importancia como la Palabra de Dios. Toda acción descuidada
y desatenta, todo abuso cometido con el maravilloso mecanismo del Señor, al
desatender las leyes específicas que rigen la habitación humana, es 18 una
violación de la ley de Dios. Podemos contemplar y admirar la obra de Dios en el
mundo natural, pero la habitación humana es la más admirable.
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