TRATEMOS DE AGRADARLE
EL SEÑOR tiene una obra especial que hacer por nosotros individualmente. Al ver la maldad del mundo puesta de manifiesto en los tribunales de justicia y publicada en los diarios, acerquémonos a Dios y, por medio de una fe viva, echemos mano de sus promesas, para que la gracia de Cristo se manifieste en nosotros. Podemos ejercer una influencia, una influencia poderosa en el mundo. Si nos acompaña el poder convincente de Dios, seremos capaces de conducir a las almas del pecado a la conversión. Nuestra sencillez realizará buena parte de esta obra. No debemos tratar de ascender hasta ocupar elevados puestos, ni conquistar la alabanza de los hombres. No debiéramos tener por meta el ser superiores a los demás. Debemos tener por único blanco la gloria de Dios. Debemos trabajar con toda la inteligencia que Dios nos ha dado, colocándonos donde fluye la luz, para que la gracia de Dios pueda derramarse sobre nosotros para amoldarnos y confortarnos a la semejanza divina. El cielo está esperando otorgarles sus más ricas bendiciones a aquellos que quieran consagrarse para hacer la obra de Dios en estos últimos días de la historia del mundo. Seremos probados; tal vez debamos pasar noches en vela; pero pasemos esos momentos en oración ferviente a Dios, a fin de que él nos dé entendimiento, y avive nuestra mente para discernir los privilegios nuestros (Review and Herald, abril 1, 1909) . 24
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